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Los marineros graban sus epitafios
En el tabaco que mastican y tiran a las proas,
Dejando la absurdez de los puntos cardinales,
Ninguno espera abortos de ciénegas
Tampoco la sentencia por la pesca en Heras de veda
Sólo trituran el réquiem por si aparece a las orillas de una iglesia
Cuya tumba llevará su apodo y la frase:
“Alguna vez tuve una infancia, una mujer, pero ninguna vez supe
De un cuerpo que permaneciera a mi lado”.
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